LO
CULTURAL Y LO ANTISOCIAL
JULIO
GOMEZ F
(Costumbrista)
El
municipio de Cabral celebra sus festividades tradicionales de las Cachúas o
Diablos Cojuelos, el sábado de gloria, el domingo y lunes siguientes de cada
Semana Santa; los dos primeros considerados como religiosos, conforme a la
tradición cristiana.
Las
cachúas de Cabral surgieron como un juego popular espontáneo, conforme a los,
alcanzando testimonios de los más viejos de este pueblo, especialmente de los
nacidos a finales del siglo XIX y comienzos del XX; algunos de ellos vivieron
hasta nuestros días, alcanzando las edades de los 90, 95, 100 y más años de;
tales son los casos, por ejemplo, de Justina Féliz, quien falleció a la edad de
ll5 años, igual que Fabia Ferreras,
Nicomedes Fernández, madre de Pedro Féliz Sáez, conocido político y
munícipe de esta colectividad, también fallecido, y otros muchos.
Empero
en los últimos tiempos –desde diez o doce años atrás—esta festividad folclórica
de las cachúas ha venido siendo trastornada, e incluso desacreditada, con un
nocivo comportamiento al cual se podría calificar de antisocial y anticultural,
lo cual nos obliga a producir el presente trabajo con el título de “Lo cultural
y lo antisocial”. Dicho fenómeno
antisocial se produce de la siguiente manera:
Para su
extraño juego o desafío carnavalesco, las cachúas y civiles días antes se
preparan unos foetes a los cuales en sus puntas les adhieren una variedad de
objetos cortantes, entre ellas navajas, alambres de púa, tuercas, etc., con los
cuales logran causarles heridas más cortantes y contundentes a sus adversarios.
Lo
extraño de este inusual comportamiento cultural de esos grupos de Cabral, el cual,
tal parece, al paso de los años se convierte en un evento o una práctica “folclórico”—digámoslo
o califiquémoslo así—, es el hecho de que al final del mismo casi siempre deviene
en varios golpeados y heridos leves y severos, no obstante la presencia de la
Policía Nacional que, prevenida de antemano, hace acto de presencia para intervenir
y prevenir hechos lamentables, los
grupos en pugna, mansos y cimarrones, al final de la batalla corren entremezclados
por las calles en dirección al
cementerio municipal, donde llevan a cabo el tradicional “repique” de foetes,
en honor y en recordación de las cachúas fallecidas.
Y este último
evento del carnaval, más que un desagradable y bochornoso desafío entre adversarios,
como es el “punteo” de civiles contra cachúas, es un ritual de re vivencia de sanas costumbres del pasado, donde cada quien
acude con su foete en manos a resonarlo de forma emotiva y ordenada, como si se
tratase de despertar de su sueño las almas durmientes de sus deudos y amigos ya
idos, conocidos y desconocidos.
De
allí, den cementerio salen decenas de disfrazados eufóricos y cansados,
recorriendo las calles, dando foetazos a todo el lugareño que encuentran a su
paso, no de venganza, sino de satisfacción, y siempre con la mano izquierda
extendida pidiendo “lo suyo”, un aporte en dinero o un “pote de ron”, para
mitigar su cansancio y/o “reponer” sus energías agotadas en un juego cultural y
tradicional de los cabraleños.
30 de
mayo, 2012.
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