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jueves, 28 de junio de 2012

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SOBRE EL PUNTEO, RESPONDIENDOLE A WELNEL

JULIO GÓMEZ F.

    Valoramos como importantes constructivas y las críticas y consideraciones que, en relación a nuestro trabajo titulado LO CUTURAL Y LO ANTISOCIAL, publicado en el blog digital Cabraleño, lagunero y viejaquero, del martes 19 del mes y año en curso, hace al referido artículo cultural, nuestro el colega y entrañable amigo WELNEL FELIZ, en relación al punteo de las cachúas y los civiles en la celebración de dicho juego folclórico, el cual se celebra anualmente en nuestra población.
        Sobre el tema, debemos comenzar precisando que, lo que hemos hecho en nuestro trabajo ha sido resaltar el carácter folklórico de las cachúas, así como de la esencia e incidencia de dicho juego en Semana Santa; Juego que indudablemente forma parte de la historia cultural de nuestro pueblo, por lo cual Cabral ha alcanzado la merecida notoriedad en el curso de más de un siglo de existencia de tan popular carnaval.
En realidad nuestra crítica al elemento que yo tipifico como antisocial del punteo en las cachúas de Cabral, en sí no va dirigido al juego de cachúas y civiles, ni mucho menos va encaminado a desvirtuar su aspecto folklórico y tradicional, sino que el propósito esencial es objetar y cuestionar determinados actos, específicamente  el comportamiento manifestado en enfrentamientos violentos y otras no menos cuestionables prácticas de muchos de los participantes, que se escenifican en la actividad del punteo entre civiles  y cachúas, y que nosotros calificamos como  antisociales. Y las  tipificamos así porque las mismas en el juego maltratan y afectan físicamente y de forma bestial a sus oponentes. Y al observar estas escenas nunca antes vistas de los cabraleños, en verdad uno como que no encuentra otro calificativo para denominar y tipificar dichas acciones que, repito, no son propias de las primeras cachúas, sino que son de pocos años atrás y de los últimos tiempos. Eso es lo que nos han dicho decenas de viejos vivientes de Cabral, a cada uno de quienes tuvimos la oportunidad de entrevistar respecto del juego de las cachúas en los primeros tiempos del siglo XX.
    No creemos que tales actos, ni los propósitos perseguidos por sus participantes y ejecutores, cuyo fin y deleite es  golpear y herir de forma implacable y con saña a sus oponentes en los enfrentamientos, el cual, repito, no es un ritual propio de un evento cultural del pueblo de Cabral, y por tanto repito que no creo que ello sea una manifestación social culturalmente sana de un reducido grupo de cabraleños amantes del juego de las cachúa; todo lo contrario, constituye una transgresión y la festinación de una actividad cultural legada por nuestros ancestros con otras características y otros fines. 

    Lo que vemos con preocupación, y a la vez objetamos, es el lecho de los punteadores llevar y usar armas (machetes, puñales, cuchillos filosas y de fuego, revólveres, chilenas, etc.) a una actividad sana y eminentemente folklórica y pacífica de este pueblo humilde, laborioso y folklórico pueblo, con interés de  maltratar de forma innecesaria a sus oponentes de juego, o a su rival pre-determinado y motivado; en cuyos eventos tales individuos desaprensivos, escudados bajo el vestuario de cachuas y civiles supuestamente “hacedores de cultura”, “defensores” de nuestro folclore, y deseosos de “alegrar” al pueblo, aprovechan el evento y el momento para escenificar actos de venganza y verter sus rencores solapados contra sus propios hermanos y compoblanos, empañando así la reverencia del sano evento carnavalesco y con ello la propia imagen del pueblo.


    Para nadie en Cabral es un secreto que, desde hace mucho tiempo, Cabral no es visitado por esa gran concurrencia de gentes de pueblos próximos y distantes que otrora lo hacían, atraídos e interesados en disfrutar del juego sano y motivador de las cachúas de Cabral --como se les calificaba entonces--, y que en los últimos años, a causa de esa manera extremadamente violenta y desconsiderada como se comportan ciertos grupos de cachúas, sobre todo, de por ejemplo caerles a foetazos  de forma inmisericorde a los forasteros, han renegado de ven ir aquí en el juego de cachúas en sábado de gloria, el domingo y el lunes siguiente. Y ello, no hay duda, es un reflejo claro de que algo raro está ocurriendo con relación a las actividades carnavalescas de esa hermosa y autóctona manifestación cultural nuestra. Y por ello seguimos considerando la necesidad de producir un instrumento reglamentario de las actividades carnavalescas, a lo cual está abocado y propiciando la FUNDACION MUSEO-CASA DE LA CULTURA.
Yo particularmente, me resisto a darle un calificativo más benigno a tales prácticas, que no sea el de antisocial o, si se quiere, no social; no al punteo  a foetazos como manifestación ni a las cachúas  como juego y manifestación social de los pueblos que --como dice mi colega Welnel, viene de lejos, pero que antes no era así ni con tales características--, sino simplemente con el uso de foetes y entre amigos y compobanos, no con armas para herir y generar agresiones irracionales y venganzas personales, en lo cual tiene que intervenir la fuerza del orden para evitar desgracias y muerte. Porque en realidad esas no son manifestaciones culturales sanas del pueblo, como lo era en el pasado, sino todo lo contrario.
     Lo social y lo cultural son dos conceptos que se entrelazan de forma armoniosa en la vida civilizada dos pueblos; en tanto que lo antisocial, en tanto comportamiento humano colectivo que es, camina hermanado con lo a-cultural o  anticultural, puesto que en lo primero se alude a valores del hombre, en tanto que  el segundo se refiere a las manifestaciones atípicas de las personas y que yo, particularmente y sin ánimo de denigrar ni descalificar las sanas esencias de nuestro juego carnavalezco, hemos pretendido resaltar en nuestro trabajo LO CULTURAL Y LO ANTISOCIAL DEL PUNTEO DE LAS CACHUAS EN CABRAL.
Como cabraleño interesado en el desarrollo folclórico y cultural, e incluso histórico y oral de nuestro pueblo, y como forma de conservar, proteger y enriquecer todo ese rico patrimonio, entendemos como necesario y conveniente que quienes en Cabral poseemos (Welnel Féliz, Julio Gómez F., Wellington, Dioris Féliz Balla, y muchos otros) un poco de visión, de conciencia y experiencia  respecto de las tradiciones culturales locales, mantengamos el debido respeto y cuidado por los íconos y elementos folclóricos vernáculos de identidad, pero también celoso, mucho celo, para así evitar que  nuestras riquezas costumbristas,  heredadas de nuestra tradición ancestral, sean desvirtuadas, profanadas o modificadas con  elementos extraños y exógenos distintos a los propios o locales.
    Creo también que, frente a esos prácticas  extrañas, dañinas  y a culturales, estamos en el deber de hacer intervenir y a la vez de propiciar algún tipo de aporte, contribuyendo en el mejoramiento de la labor cultural de quienes (neófitos, noveles e improvisadores) en Cabral se hallan inmersos en la labor de crear, hacer y producir cultura y actividades  folclóricas y culturales de calidad; y no lo considero justo que dejemos y observemos que las cosas continúen por sus derroteros sin que de alguna forma o manera, como entes activos, como cultores, no intervengamos y no hagamos nuestros aportes siquiera de con algún tipo de critica y de sugerencia a los que muchas veces, quizás de forma afiebrada, improvisada e inmediatista, e intervienen en la tarea y labor de producir cultura y folclor en Cabral.
Tomamos el caso, por ejemplo, de la invasión o incorporación que cada año se produce en el juego de cachúas de Cabral, con elementos no tradicionales del juago, así también de eso de usar armas y de efectuar el punteo entre cachúas y civiles armados y portando todo tipo de armas, así como agrediendo a todo el mundo de forma despiadada, y otras cositas más que uno curioso y con ojo crítico, vive observando cuando camina el pueblo en el evento carnavalesco de las cachúas; lo cual no entra en el juego tradicional.  Eso es lo que nos interesa y deseamos y lo que buscamos con las críticas que hemos planteado en el artículo que hemos titulado  LO CULTURAL Y LO ANTISOCIAL DEL PUNTEO DE LAS CACHUAS EN CABRAL.
    En ese sentido, opinamos que el pueblo, sobre todo el pueblo llano, laborioso y trabajador, que es el sector desde donde muchas veces provienen los grandes e importantes aportes e iniciativas en la labor de producir cultura popular y autóctona, merece y necesita siempre una colaboración por lo menos evitando que su trabajo sea festinada y cualquierizada por la improvisación, o con la adopción y uso de práctica y de elementos exógenos, ajenos y distanciados de las esencias de lo que el pueblo o el grupo que lo representa, crea. Porque, a nuestro entender, ello sería permitir que un intruso o desaprensivo, en una festividad social, de manera subrepticia venga y le eche un jabón al salcocho que ansían degustar alegremente  los comensales, pero que además a los  integrantes del grupo les corresponde cuidar y evitar que ocurra, por la salud de todos los miembros.


                                                                              

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