SOBRE EL PUNTEO, RESPONDIENDOLE A WELNEL
JULIO GÓMEZ F.
Valoramos como
importantes constructivas y las críticas y consideraciones que, en relación a
nuestro trabajo titulado LO CUTURAL Y LO ANTISOCIAL, publicado en el blog
digital Cabraleño, lagunero y viejaquero, del martes 19 del mes y año en curso,
hace al referido artículo cultural, nuestro el colega y entrañable amigo WELNEL
FELIZ, en relación al punteo de las
cachúas y los civiles en la celebración de dicho juego folclórico, el cual se celebra
anualmente en nuestra población.
Sobre el tema, debemos comenzar precisando que, lo que hemos hecho
en nuestro trabajo ha sido resaltar el carácter folklórico de las cachúas, así
como de la esencia e incidencia de dicho juego en Semana Santa; Juego que indudablemente
forma parte de la historia cultural de nuestro pueblo, por lo cual Cabral ha
alcanzado la merecida notoriedad en el curso de más de un siglo de existencia
de tan popular carnaval.
En realidad nuestra crítica al elemento que yo tipifico como antisocial del punteo en las cachúas
de Cabral, en sí no va dirigido al juego de cachúas y civiles, ni mucho menos va
encaminado a desvirtuar su aspecto folklórico y tradicional, sino que el
propósito esencial es objetar y cuestionar determinados actos, específicamente el comportamiento manifestado en
enfrentamientos violentos y otras no menos cuestionables prácticas de muchos de
los participantes, que se escenifican en la actividad del punteo entre civiles y
cachúas, y que nosotros calificamos como antisociales. Y las tipificamos así porque las mismas en el juego maltratan y afectan
físicamente y de forma bestial a sus oponentes. Y al observar estas escenas
nunca antes vistas de los cabraleños, en verdad uno como que no encuentra otro
calificativo para denominar y tipificar dichas acciones que, repito, no son propias
de las primeras cachúas, sino que son de pocos años atrás y de los últimos
tiempos. Eso es lo que nos han dicho decenas de viejos vivientes de Cabral, a
cada uno de quienes tuvimos la oportunidad de entrevistar respecto del juego de
las cachúas en los primeros tiempos del siglo XX.
No creemos que tales actos, ni los propósitos perseguidos por
sus participantes y ejecutores, cuyo fin y deleite es golpear y herir de forma implacable y con
saña a sus oponentes en los enfrentamientos, el cual, repito, no es un ritual
propio de un evento cultural del pueblo de Cabral, y por tanto repito que no
creo que ello sea una manifestación social culturalmente sana de un reducido
grupo de cabraleños amantes del juego de las cachúa; todo lo contrario,
constituye una transgresión y la festinación de una actividad cultural legada por
nuestros ancestros con otras características y otros fines.
Lo que vemos con preocupación, y a la vez objetamos, es el
lecho de los punteadores llevar y
usar armas (machetes, puñales, cuchillos filosas y de fuego, revólveres, chilenas,
etc.) a una actividad sana y eminentemente folklórica y pacífica de este pueblo
humilde, laborioso y folklórico pueblo, con interés de maltratar de forma innecesaria a sus oponentes
de juego, o a su rival pre-determinado y motivado; en cuyos eventos tales individuos
desaprensivos, escudados bajo el vestuario de cachuas y civiles
supuestamente “hacedores de cultura”, “defensores” de nuestro folclore, y deseosos
de “alegrar” al pueblo, aprovechan el evento y el momento para escenificar actos
de venganza y verter sus rencores solapados contra sus propios hermanos y
compoblanos, empañando así la reverencia del sano evento carnavalesco y con
ello la propia imagen del pueblo.
Para nadie en Cabral es un secreto que, desde hace mucho
tiempo, Cabral no es visitado por esa gran concurrencia de gentes de pueblos
próximos y distantes que otrora lo hacían, atraídos e interesados en disfrutar
del juego sano y motivador de las cachúas
de Cabral --como se les calificaba entonces--, y que en los últimos años, a
causa de esa manera extremadamente violenta y desconsiderada como se comportan ciertos
grupos de cachúas, sobre todo, de por ejemplo caerles a foetazos de forma inmisericorde a los forasteros, han
renegado de ven ir aquí en el juego de cachúas en sábado de gloria, el domingo
y el lunes siguiente. Y ello, no hay duda, es un reflejo claro de que algo raro
está ocurriendo con relación a las actividades carnavalescas de esa hermosa y autóctona
manifestación cultural nuestra. Y por ello seguimos considerando la necesidad
de producir un instrumento reglamentario de las actividades carnavalescas, a lo
cual está abocado y propiciando la FUNDACION MUSEO-CASA DE LA CULTURA.
Yo particularmente, me resisto a darle un calificativo más
benigno a tales prácticas, que no sea el de antisocial o, si se quiere,
no social; no al punteo a foetazos como manifestación ni a las
cachúas como juego y manifestación
social de los pueblos que --como dice mi colega Welnel, viene de lejos, pero
que antes no era así ni con tales características--, sino simplemente con el
uso de foetes y entre amigos y compobanos, no con armas para herir y generar agresiones
irracionales y venganzas personales, en lo cual tiene que intervenir la fuerza
del orden para evitar desgracias y muerte. Porque en realidad esas no son manifestaciones
culturales sanas del pueblo, como lo era en el pasado, sino todo lo contrario.
Lo social y lo cultural son dos conceptos que se entrelazan de forma armoniosa
en la vida civilizada dos pueblos; en tanto que lo antisocial, en tanto comportamiento humano colectivo que es, camina hermanado con lo a-cultural o anticultural,
puesto que en lo primero se alude a valores
del hombre, en tanto que el segundo se
refiere a las manifestaciones atípicas
de las personas y que yo, particularmente y sin ánimo de denigrar ni
descalificar las sanas esencias de nuestro juego carnavalezco, hemos pretendido
resaltar en nuestro trabajo LO CULTURAL Y LO ANTISOCIAL DEL PUNTEO DE LAS
CACHUAS EN CABRAL.
Como cabraleño interesado en
el desarrollo folclórico y cultural, e incluso histórico y oral de nuestro
pueblo, y como forma de conservar, proteger y enriquecer todo ese rico
patrimonio, entendemos como necesario y conveniente que quienes en Cabral poseemos
(Welnel Féliz, Julio Gómez F., Wellington, Dioris Féliz Balla, y muchos otros) un
poco de visión, de conciencia y experiencia
respecto de las tradiciones culturales locales, mantengamos el debido
respeto y cuidado por los íconos y elementos folclóricos vernáculos de
identidad, pero también celoso, mucho celo, para así evitar que nuestras riquezas costumbristas, heredadas de nuestra tradición ancestral, sean
desvirtuadas, profanadas o modificadas con
elementos extraños y exógenos distintos a los propios o locales.
Creo también que, frente a
esos prácticas extrañas, dañinas y a culturales, estamos en el deber de hacer
intervenir y a la vez de propiciar algún tipo de aporte, contribuyendo en el
mejoramiento de la labor cultural de quienes (neófitos, noveles e
improvisadores) en Cabral se hallan inmersos en la labor de crear, hacer y
producir cultura y actividades
folclóricas y culturales de calidad; y no lo considero justo que dejemos
y observemos que las cosas continúen por sus derroteros sin que de alguna forma
o manera, como entes activos, como cultores, no intervengamos y no hagamos
nuestros aportes siquiera de con algún tipo de critica y de sugerencia a los
que muchas veces, quizás de forma afiebrada, improvisada e inmediatista, e
intervienen en la tarea y labor de producir cultura y folclor en Cabral.
Tomamos el caso, por
ejemplo, de la invasión o incorporación que cada año se produce en el juego de
cachúas de Cabral, con elementos no tradicionales del juago, así también de eso
de usar armas y de efectuar el punteo entre cachúas y civiles armados y
portando todo tipo de armas, así como agrediendo a todo el mundo de forma
despiadada, y otras cositas más que uno curioso y con ojo crítico, vive
observando cuando camina el pueblo en el evento carnavalesco de las cachúas; lo
cual no entra en el juego tradicional.
Eso es lo que nos interesa y deseamos y lo que buscamos con las críticas
que hemos planteado en el artículo que hemos titulado LO CULTURAL Y LO ANTISOCIAL DEL
PUNTEO DE LAS CACHUAS EN CABRAL.
En ese sentido, opinamos que
el pueblo, sobre todo el pueblo llano, laborioso y trabajador, que es el sector
desde donde muchas veces provienen los grandes e importantes aportes e
iniciativas en la labor de producir cultura popular y autóctona, merece y
necesita siempre una colaboración por lo menos evitando que su trabajo sea
festinada y cualquierizada por la improvisación, o con la adopción y uso de
práctica y de elementos exógenos, ajenos y distanciados de las esencias de lo
que el pueblo o el grupo que lo representa, crea. Porque, a nuestro entender, ello
sería permitir que un intruso o desaprensivo, en una festividad social, de
manera subrepticia venga y le eche un jabón al salcocho que ansían degustar
alegremente los comensales, pero que
además a los integrantes del grupo les
corresponde cuidar y evitar que ocurra, por la salud de todos los miembros.
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