LOS CABUYA Y RINCON DE AJI
JULIO GOMEZ FELIZ
En Cabral, por mucho tiempo se ha escuchado la expresión “moño de cabuya”, los descendientes de JUAN MOÑO e (o de) CABUYA”, asociada a la guapeza de los rinconeros. Se recuerda que a este pueblo por mucho tiempo, dentro y fuera de él, se le denominaba --quizás sin una intención peyorativa—se le denominaba “Rincón de Ají” y a sus pobladores “rinconeros de ají”, queriendo decir con ello “rinconeros guapos”.
Pero ¿de dónde nos viene las
expresiones “MOÑO e (de) CABUYA” y “RINCÓN DE AJÍ”? ¿Desde cuándo y a quién o
quienes se les denominaba así?.
En el pasado, para mucha
gente cabraleño (hombres y mujeres) eran muy dados a exaltarse y alzar la voz
cuando hablaban o discutían con otros, como también a reaccionar un tanto
violentos ante cualquier asomo de adversidad.
Y esa actitud y comportamiento eran asociados a su condición de
descendientes de los Cabuya, y por ello decían: ¿Se de Cabuya? …”!Cabraleño bulloso!”. De ahí que algunos solían incluso asociar la C equivalente a Cabraleño y también a Cabuya, es decir, los doble “C”.
En tanto que algunos
muchachos del pueblo se encaban en insultos, dimes y diretes diciéndose: “! Oh
rinconero bulloso!”; en tanto que el otro le respondía: “¡Soy Cabuya, pero de
la madre tuya!”. Y a seguidas el primero
le replicaba: “¿Verdad que no te gustó?”, sin que la discusión pasara de ese
simple cruce de palabras desagradables.
Era el relajo de unos
muchachos que no se parecían a otros antecesores, quienes eran estigmatizados
con las expresiones: “Rinconeros de ají”, o “cabraleños rincón de ají”, dados a
pelearse por simples tonterías, se cuerda que antes en el Rincón los padres
solían “enganchar” a sus hijos a temprana edad. Les aconsejaban diciéndoles:
“Vayan a engancharse (esta expresión “engancharse” no es de uso reciente, sino
de antaño) al ejército (al fijo), para que se hagan hombres de verdad”. Y el
joven al escuchar tal disposición, corría a buscar la anuencia de su madre, a
quien le preguntaba: ¿Es verdad mamá, que a ustedes les interesa que yo me
enganche a la guardia?
¡Sí mi hijo, es en serio;
engánchate a la guardia para que te hagas un hombre.” Eso sí que, ni al hijo ni
a sus padres les pasaba por la mente pensar en que ser militar equivalía a la
posibilidad de los guardias morir en cualquier
batalla en la guerra, porque en verdad las generaciones de individuos de esos
tiempos eran verdaderamente guapas; guapas de verdad. Al menos los cabraleños
que, como solía justificarse en el momento, provenían de aquellos españoles
que, en los tiempos de las conquistas en
ultramar, salían a morirse o triunfar en sus ansias de éxito allende los mares.
A los rinconeros casi en su
totalidad llevaban, y hoy siguen llevando, los apellidos Féliz Cabuya, o
simplemente se les denominaba “Los Cabuya”, debido a que ya al cumplir los
cuarenta años de edad, sus cabellos comenzaban a ponerse blancos canucos, en
las filas del ejército, en sus momentos de descanso, los guardias juntos todos
se daban a relajar y a echarse en cara unos a otros lo que entendían eran sus
defectos personales más desagradables. Los más morenitos o “negritos”
provenientes de la línea fronteriza, que eran la mayoría, fuñían la paciencia a
los rinconeros diciéndoles: “!A que digo aquí cuáles son los jodones de este
batallón!”… Son los moños de cabuya”.
Y ahí mismo, de repente, le
salían diez y doce compañeros, un tanto rabiosos y con mara, quienes a un solo
grito les respondían a los otros guardias: “Cuidado coño, con nosotros los
rinconeros, que por ser guapos nos llaman los guapos del Rincón del ají. Y los demás, ante tal respuesta cas en coro, se miraban unos a otros. Y ahí
mismo se escuchaba un fuete voz que salía del grueso de indisciplinados
uniformado, quienes advertían: ¡“Oigan ustedes guardias, eviten carajo, una
jodienda con esos rinconeros jodones”!
Quienes conocieron al
comandante Nicolás Féliz Cabuya (o simplemente Cabuya), y a los demás
integrantes de esa renombrada familia rinconera, descendientes de españoles,
como hemos dicho, nos dicen que se trataba de gentes de buen tamaño y de tez
plateada o blanca, quienes al entrar en edad
(los cuarenta años, más o menos), sus cabellos comenzaban a encanecer.
Y fue por ello que en el
Rincón, a finales del siglo XIX y los primeros años del XX, a los descendientes
de Juan Féliz Luna se les llamaba con el calificativo, e incluso con el
apellido de “los Cabuya”, por eso de sus cabellos tener el color de la cabuya.
La cabuya consistía en unas fibras blancas extraídas de una mata cuyo nombre
propio es Sisal, abundante en terreno secano
de los montes próximo al municipio. La misma ha sido usada tradicionalmente por
los cabraleños para fabricar los foetes usados para los aficionados en Cabral al
juego de las cachúas disfrazarse el
sábado de gloria cada año.
De ahí pues nos viene la tradicional
expresión “moño de cabuya”, como también
el mismo apellido (yo particularmente le
considero “Cabuya” --tomando en cuenta que el mismo figura en innúmeros
documentos como tal--, el cual se ha convertido en el transcurso del tiempo en
un verdadero y popular apellido en Cabral; y es a causa de ello también que en este
pueblo al paso de los años se hable de “la
familia de los Cabuya” o “los Cabuya”, la que hoy por es sin duda la más
numerosa en este municipio.
Cabe destacar el
hecho de que, todavía en el día de hoy en Cabral, a los hijos y descendientes
del Comandante NICOLAS FELIZ CABUYA suele nominárseles como “los Cabuya”,
obviando así el principal, que es FELIZ. Y ello explica la importancia que tradición
histórica, la población local, le daba a
la figura, innegablemente importante e incidente, de NICOLAS CABUYA, y por vía
de consecuencia al elemento folclórico conocido como “la cabuya”.
Finalmente, como nota aclaratoria, debemos precisar que parte de los datos que
nos sirvieron como elementos para motivar el presente trabajo, especialmente los
relacionados con la familia de Nicolás Cabuya, los obtuvimos los hijos del
comandante, entre ellos: EMILIO FELIZ (a) ZAPATERO (me parece que era el mayor
de todos ellos), este último al cual tratamos de cerca desde nuestra niñez,
ANTONIA FELIZ, ROSA, la esposa de PABLO EL SORDO, v;ivientes por muchos años en la antigua calle "Regina" y hoy Sánchez de esta ciudad; también la digna profesora PRASEDE FELIZ (a) LA MOZA,
esposa de FRANCISCO A. PEÑA, DEMETRIA FELIZ, madre ésta del también benemérito
de Don VICTOR MATOS (VILO), esposa del laborioso
y benemérito Elizardo Matos. Todos ellos fallecidos de larga ancianidad en años
pasados. Con cada uno de ellos, en nuestra mocedad, por su condición de innegables
valiosas fuentes testimoniales del quehacer histórico de este pueblo, tuvimos
la oportunidad de compartir y conocer importantes informaciones, considerados
por nosotros como veraces y de gran valor, por ser ellos, por su edad, muy
conocedores de los modos de vida, costumbres y tradiciones del pueblo de Cabral
de aquellos lejanos años.
10 de mayo del 2012.
0 comentarios:
Publicar un comentario