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martes, 3 de julio de 2012

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LOS CABUYA Y RINCON DE AJI
JULIO GOMEZ FELIZ

En Cabral, por mucho tiempo se ha escuchado la expresión “moño de cabuya”, los descendientes de JUAN MOÑO e (o de) CABUYA”, asociada a la guapeza de los rinconeros.  Se recuerda que a este pueblo por mucho tiempo, dentro y fuera de él, se le denominaba --quizás sin una intención peyorativa—se le denominaba “Rincón de Ají” y a sus pobladores “rinconeros de ají”, queriendo decir con ello “rinconeros guapos”.
Pero ¿de dónde nos viene las expresiones “MOÑO e (de) CABUYA” y “RINCÓN DE AJÍ”? ¿Desde cuándo y a quién o quienes se les denominaba así?.

En el pasado, para mucha gente cabraleño (hombres y mujeres) eran muy dados a exaltarse y alzar la voz cuando hablaban o discutían con otros, como también a reaccionar un tanto violentos ante cualquier asomo de adversidad.  Y esa actitud y comportamiento eran asociados a su condición de descendientes de los Cabuya, y por ello decían: ¿Se de Cabuya? …”!Cabraleño bulloso!”.  De ahí que algunos solían incluso asociar la C equivalente a Cabraleño y también a Cabuya, es decir, los doble “C”.
En tanto que algunos muchachos del pueblo se encaban en insultos, dimes y diretes diciéndose: “! Oh rinconero bulloso!”; en tanto que el otro le respondía: “¡Soy Cabuya, pero de la madre tuya!”.  Y a seguidas el primero le replicaba: “¿Verdad que no te gustó?”, sin que la discusión pasara de ese simple cruce de palabras desagradables.
Era el relajo de unos muchachos que no se parecían a otros antecesores, quienes eran estigmatizados con las expresiones: “Rinconeros de ají”, o “cabraleños rincón de ají”, dados a pelearse por simples tonterías, se cuerda que antes en el Rincón los padres solían “enganchar” a sus hijos a temprana edad. Les aconsejaban diciéndoles: “Vayan a engancharse (esta expresión “engancharse” no es de uso reciente, sino de antaño) al ejército (al fijo), para que se hagan hombres de verdad”. Y el joven al escuchar tal disposición, corría a buscar la anuencia de su madre, a quien le preguntaba: ¿Es verdad mamá, que a ustedes les interesa que yo me enganche a la guardia?
¡Sí mi hijo, es en serio; engánchate a la guardia para que te hagas un hombre.” Eso sí que, ni al hijo ni a sus padres les pasaba por la mente pensar en que ser militar equivalía a la posibilidad de los guardias  morir en cualquier batalla en la guerra, porque en verdad las generaciones de individuos de esos tiempos eran verdaderamente guapas; guapas de verdad. Al menos los cabraleños que, como solía justificarse en el momento, provenían de aquellos españoles que, en los tiempos de  las conquistas en ultramar, salían a morirse o triunfar en sus ansias de éxito allende los mares.

A los rinconeros casi en su totalidad llevaban, y hoy siguen llevando, los apellidos Féliz Cabuya, o simplemente se les denominaba “Los Cabuya”, debido a que ya al cumplir los cuarenta años de edad, sus cabellos comenzaban a ponerse blancos canucos, en las filas del ejército, en sus momentos de descanso, los guardias juntos todos se daban a relajar y a echarse en cara unos a otros lo que entendían eran sus defectos personales más desagradables. Los más morenitos o “negritos” provenientes de la línea fronteriza, que eran la mayoría, fuñían la paciencia a los rinconeros diciéndoles: “!A que digo aquí cuáles son los jodones de este batallón!”… Son los moños de cabuya”.
Y ahí mismo, de repente, le salían diez y doce compañeros, un tanto rabiosos y con mara, quienes a un solo grito les respondían a los otros guardias: “Cuidado coño, con nosotros los rinconeros, que por ser guapos nos llaman los guapos del Rincón del ají.  Y los demás, ante tal respuesta  cas en coro, se miraban unos a otros. Y ahí mismo se escuchaba un fuete voz que salía del grueso de indisciplinados uniformado, quienes advertían: ¡“Oigan ustedes guardias, eviten carajo, una jodienda con esos rinconeros jodones”!

Quienes conocieron al comandante Nicolás Féliz Cabuya (o simplemente Cabuya), y a los demás integrantes de esa renombrada familia rinconera, descendientes de españoles, como hemos dicho, nos dicen que se trataba de gentes de buen tamaño y de tez plateada o blanca, quienes al entrar en edad  (los cuarenta años, más o menos), sus cabellos comenzaban a encanecer.
Y fue por ello que en el Rincón, a finales del siglo XIX y los primeros años del XX, a los descendientes de Juan Féliz Luna se les llamaba con el calificativo, e incluso con el apellido de “los Cabuya”, por eso de sus cabellos tener el color de la cabuya. La cabuya consistía en unas fibras blancas extraídas de una mata cuyo nombre propio es Sisal, abundante en  terreno secano de los montes próximo al municipio. La misma ha sido usada tradicionalmente por los cabraleños para fabricar los foetes usados para los aficionados en Cabral al juego de las cachúas  disfrazarse el sábado de gloria  cada año.

De ahí pues nos viene la tradicional expresión “moño de  cabuya”, como también el  mismo apellido (yo particularmente le considero “Cabuya” --tomando en cuenta que el mismo figura en innúmeros documentos como tal--, el cual se ha convertido en el transcurso del tiempo en un verdadero y popular apellido en Cabral; y es a causa de ello también que en este pueblo al paso de los años se hable de “la  familia de los Cabuya” o “los Cabuya”, la que hoy por es sin duda la más numerosa en este municipio.
Cabe destacar el hecho de que, todavía en el día de hoy en Cabral, a los hijos y descendientes del Comandante NICOLAS FELIZ CABUYA suele nominárseles como “los Cabuya”, obviando así el principal, que es FELIZ. Y ello explica la importancia que tradición histórica, la población  local, le daba a la figura, innegablemente importante e incidente, de NICOLAS CABUYA, y por vía de consecuencia al elemento folclórico   conocido como “la cabuya”.

Finalmente, como nota aclaratoria, debemos precisar que parte de los datos que nos sirvieron como elementos para motivar el presente trabajo, especialmente los relacionados con la familia de Nicolás Cabuya, los obtuvimos los hijos del comandante, entre ellos: EMILIO FELIZ (a) ZAPATERO (me parece que era el mayor de todos ellos), este último al cual tratamos de cerca desde nuestra niñez, ANTONIA FELIZ, ROSA, la esposa de PABLO EL SORDO, v;ivientes por muchos años en la antigua calle "Regina" y hoy Sánchez de esta ciudad; también la digna profesora PRASEDE FELIZ (a) LA MOZA, esposa de FRANCISCO A. PEÑA, DEMETRIA FELIZ, madre ésta del también benemérito de Don VICTOR MATOS (VILO), esposa del  laborioso y benemérito Elizardo Matos. Todos ellos fallecidos de larga ancianidad en años pasados. Con cada uno de ellos, en nuestra mocedad, por su condición de innegables valiosas fuentes testimoniales del quehacer histórico de este pueblo, tuvimos la oportunidad de compartir y conocer importantes informaciones, considerados por nosotros como veraces y de gran valor, por ser ellos, por su edad, muy conocedores de los modos de vida, costumbres y tradiciones del pueblo de Cabral de aquellos lejanos años.
                                                                                                                         
10 de mayo del 2012.

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